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Sara vicioso

ORQUESTANDO ALGORITMOS

DOMINGO PAILLET | CTO & CO-FOUNDER DE DOZZ TRACK SL

No recuerdo cuántos años llevo programando software, y casi prefiero no calcularlo. 

Lo que sí sé es que los últimos quince años los he pasado como responsable de tecnología y soporte en una plataforma de distribución de contenido editorial y, más recientemente, levantando desde cero el motor tecnológico que mueve Adsocy. En todo este tiempo he visto cómo la industria de los medios y del marketing digital ha construido una narrativa casi supersticiosa alrededor del algoritmo, como si fuera un ser caprichoso que decide quién merece visibilidad. Esa forma de pensar, además de ingenua, no tiene nada que ver con la realidad técnica. El algoritmo no es un juez emocional ni un enemigo a batir, es un sistema probabilístico que responde a las señales que recibe. Por eso siempre he creído que la pregunta no es “cómo educar al algoritmo”, sino cómo dejar de confundirlo. 

Durante demasiado tiempo, marcas y medios han enviado señales contradictorias. Cambian de rumbo sin aviso, mezclan objetivos en una misma pieza, publican contenido imposible de clasificar, compran interacción falsa o fuerzan formatos que no encajan con su narrativa. Es parte del impulso creativo —bendita creatividad que mueve el mundo—, pero desde la lógica matemática es caos. Y cuando alimentas un modelo con caos, el modelo te devuelve ruido. Si alguna vez vuelve a sonar la música, será por azar. Después llegan las quejas, las teorías conspirativas y la idea repetida de que “la plataforma penaliza”. Pero técnicamente la explicación es simple: si el algoritmo no te amplifica, es porque no te entiende. Y no te entiende porque tus señales no son consistentes. 

Aquí es donde empieza lo que para nosotros ha sido clave: no convivimos con un algoritmo, sino con muchos. Y además se influyen entre ellos aunque no se vean. El algoritmo de distribución orgánica no funciona igual que el de publicidad. Ninguno se comporta como el de clasificación semántica o el de detección de formatos. Tampoco se parecen los modelos de X, Meta, TikTok, LinkedIn o YouTube. Para complicarlo más, cada red tiene al menos dos algoritmos principales: uno de paid, orientado a maximizar retorno de la inversión publicitaria y beneficio para la plataforma, y otro orgánico, centrado en retención, consumo y recomendación, que también generan beneficio. Cada uno responde a señales y prioridades distintas, y desde fuera puede parecer un rompecabezas imposible. 

Pero en Adsocy descubrimos algo que cambió nuestra forma de trabajar: no basta con entender cada algoritmo por separado; hay que entender cómo se intercambian señales entre ellos, sobre todo entre los de paid —que optimizan ingresos— y los orgánicos —que optimizan consumo y fidelidad—. Ese puente, que nadie ve pero todo el mundo sufre, es donde ocurre la verdadera magia. 

Lo más transformador que hemos hecho como compañía es construir precisamente ese puente. No analizamos modelos aislados: estudiamos cómo una señal enviada a un algoritmo puede reforzar a otro. Convertimos esa lógica en un sistema algorítmico propio. Vimos que, cuando alineas la fortaleza del medio o del comunicador, la narrativa editorial, la coherencia temática, la estructura de formatos y esos segundos clave en los que captas la atención, todos los algoritmos empiezan a interpretar lo mismo. No hace falta conectarlos; basta con enviar señales claras. Entonces ocurre lo impensable: una señal positiva en una plataforma orgánica se contagia a su equivalente de paid. Y además: un contenido que retiene bien en Meta se clasifica mejor en TikTok; la coherencia de YouTube mejora el reconocimiento semántico en Instagram; la estabilidad editorial en LinkedIn ayuda a Facebook a identificar mejor a la marca. Es un efecto red: cada algoritmo refuerza al siguiente. 

Este enfoque ha sido clave para nuestro crecimiento. Creamos nuestro propio sistema de señales algorítmicas basado en IA. No peleamos con los algoritmos; los orquestamos. No intentamos engañarlos; los alineamos. Diseñamos tecnología para que medios y marcas emitan señales claras, compatibles y sostenibles. Eso es lo que intentamos transmitir a la industria: las plataformas funcionan mejor cuando sus algoritmos trabajan en sintonía, aunque no lo sepan. 

El algoritmo es, en el fondo, un eco. Pero cuando aprendes a sumar ecos, no solo amplificas: multiplicas. Y eso es lo que hacemos en nuestro equipo de tecnología. No educamos algoritmos; diseñamos señales tan coherentes que todos ellos, sin hablar entre sí, llegan a la misma conclusión: este contenido es relevante, esta marca es sólida, este patrón merece crecer. Ese es el punto en el que la tecnología deja de ser un obstáculo y se convierte en una ventaja competitiva real.