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PUBLICAMOS MUCHO, PERO… ¿DECIMOS ALGO?

FABIOLA BARANDIARÁN | RESPONSABLE DE MARCA EN MCDONALD’S Y DOCENTE DE MARKETING EN LA UNIVERSIDAD VILLANUEVA

Publicamos todos los días. Diseñamos, escribimos, publicamos, medimos.
Pero a veces, en medio de esa maquinaria constante, hay que parar y hacerse la pregunta incómoda:
¿Estamos diciendo algo que importe? ¿O solo estamos llenando el silencio con más ruido?

Vivimos en el imperio del scroll infinito.
El usuario promedio dedica más de 6 horas diarias a consumir contenido digital (Datareportal, 2024)….. Se estima que podríamos hacer scroll equivalente a escalar el Empire State Building o recorrer varios campos de futbol al dia. Y sin embargo, apenas recordamos lo que vimos ayer. Hazte la pregunta ¿qué campaña recuerdas haber visto ayer?
En ese mar de estímulos, lo que permanece no es lo perfecto.
Es lo que toca algo dentro.

Como decía Maya Angelou: “La gente olvidará lo que dijiste, olvidará lo que hiciste, pero nunca olvidará cómo la hiciste sentir.”

El contenido no es un KPI, es una oportunidad.
Una oportunidad de contar verdades. De construir confianza.
Porque cuando las cosas son verdad, solo hay que encontrar la forma correcta de contarlo.

Y eso no está en los efectos especiales ni en los titulares clickbait.
Está en hablar como humanos, no como marcas.
En tener algo que decir… y decirlo con alma.

Simon Sinek lo resume bien: “La gente no compra lo que haces, compra por qué lo haces.”
Y el contenido es nuestra forma diaria de demostrar ese porqué.

La clave ya no es destacar, es conectar.
No se trata de contar historias perfectas, sino de contar historias verdaderas.
De mostrar los aciertos, los dilemas, los aprendizajes.
De tener el coraje de no gustar a todo el mundo, pero sí de resonar con quienes sí importan.

Y sí, claro que importa el alcance, el engagement, la conversión. Pero primero, importa que lo que digamos signifique algo.
Porque la atención no se fuerza.
Se merece.

No perdamos tiempo en demostrar, hagámoslo en construir.
Construyamos contenido que haga que alguien detenga el pulgar, no porque le gritemos, sino porque le tocamos.
Que cuando alguien lea, vea o escuche, diga: “Esto me habló.”